miércoles, 19 de marzo de 2014

Foces del Raigosu, Peñas Negras y Peña Mea. Circular desde Los Tornos

Salida y llegada: Circular desde Los Tornos (en el concejo de Laviana)
Distancia: 18,8 km

Duración: 7:00 h (sin contar paradas)
Subidas acumuladas: 1480 m
Altura Inicial: 600 m
Altura máxima: 1557 m
Dificultad: media-alta
Fecha de realización: 15/III/2014



La carretera AS-252 va de Pola Laviana a Cabañaquinta (capital del concejo de Aller) a través del puerto de La Colladona. A su paso por Villoria, en el concejo de Laviana, sale el desvío de la LV-7 que finaliza en la aldea de Los Tornos. Sólo encontramos un lugar para aparcar dos vehículos en el interior del pueblo, pero la carretera de acceso es ancha y permite el estacionamiento.


Aldea de Los Tornos a los pies del Cerro Montarro

Nos pareció un pueblo un tanto destartalado, sólo un par de casas arregladas sin gusto ni gracia; lo demás, casas y establos viejos de ladrillo tabiquero sin cubrir, bloques de cemento, uralita y chapas. Contrasta esta dejadez con la belleza del entorno: agudas crestas calizas, bosques primigenios, arroyos, ríos y prados se juntan en un espectacular conjunto. Las Foces del Raigosu forman parte del Paisaje Protegido de las Cuencas y está señaliza como PR AS-290. Primero será el suave discurrir del río Raigosu, después, cuando ganemos altura, las vistas espectaculares de la dentada Sierra del Crespón y finalmente, cuando alcancemos las cimas de Peñas Negras y Peña Mea, la belleza de casi toda Asturias a nuestros pies.
Foces del Raigosu, en la confluencia de la pista de Fombermeya.

Comenzamos la ruta siguiendo la única pista que sale de Los Tornos, en dirección suroeste que baja hasta el río Raigosu. Enseguida vira hacia el sur-sureste, manteniendo esta dirección, salvo en las revueltas, hasta que alcanzar el amplio collado Pandiella.
Enseguida, en un tramo hormigonado, encontramos una casa de reciente construcción a la derecha, donde sale el camino por el que regresaremos. Antes de llegar al río, los prados dan paso al bosque que cubre la ladera norte del pico Les Aguiles (a la derecha), extremo nororiental de la cresta de viene de Peña Mea. Rodeando la montaña, la pista de tierra nos adentra en las foces del Raigosu. Al llegar al río, entroncamos con la pista que llega de Fombermeya (1,5 km desde Los Tornos y punto más bajo del recorrido, 522 m). En paralelo al rumoroso río, seguimos otros dos kilómetros en suave ascenso disfrutando de este bello entorno afeado por una cuadra y una cabaña destartaladas. Al cabo, llegamos al lugar donde el arroyo El Gatu (que viene desde Peña Mea), principal contribuyente al caudal del Raigosu, cede sus intermitentes aguas al río.
Abajo, las foces del Raigosu.

El camino da ahora dos grandes revueltas en las que momentáneamente perdemos el curso del río, ganando altura, para reencontrarlo, encajonado, más arriba formando la Foz de Cebellales. Pasa por un tajo abierto en la peña y continúa en paralelo al río un kilómetro más hasta su nacimiento de la confluencia de dos regueros que bajan desde el extenso collado de La Pandiecha. Ahora da seis revueltas, ganando altura, entre las cabañas de Raigosu. En la última, alcanzamos el lomo que baja desde el pico La Forcá. En este punto, nos separamos unos pasos del camino para avistar el este: tenemos una de las mejores vistas de la Sierra del Crestón, en especial de su cercano y afilado pico Corbelllosu, el más meridional de la sierra.

Corbellosu desde cerca de Los Colláos.

 Continuamos por la pista otro medio kilómetro hasta su final en la majada de Los Colláos (1143 m). Varias cabañas arregladas y en uso nos reciben. También dos fuentes, una antigua con agua (construida por el antiguo ICONA) y otra de reciente factura sin caño y un panel señalizador con una foto del entorno y los nombres de las montañas que se divisan al lado de un acebo.
De lo alto de la pradera salen dos sendas. Seguimos otro kilómetro más por la que se dirige hacia el sur (la de la derecha) siguiendo el mismo lomo de la sierra. Tras una dura subida llegamos a un claro donde vira hacia el este. La abandonamos virando hacia la derecha e internándonos en el hayedo que cubre la ladera septentrional del pico La Forcá. La senda se pierde y continuamos campo a través faldeando la empinada ladera hasta alcanzar un crestón rocoso que baja de la misma montaña. Al otro lado nos encontramos ya en el amplio collado o Alto de La Pandiecha. Quizás la senda la debimos coger algo más abajo.
Fuente en Los Colláos.

Descendemos por la ladera herbosa hacia las cabañas de la vaguada en pleno collado: una, en ruinas, solo conserva parte de sus muros, la otra, más pequeña, cerrada y en uso. La vista se extiende hacia el sur, entorno del Estorbín, y este, Ubiñas y las cercanas Peñas Negras y Peña Mea. Lástima que el día soleado esté enturbiado por una constante nieblilla que a veces oculta las cumbres más alejadas. Los dos kilómetros largos por el amplio collado, nos permiten pasar por la Cochá Fierros, dejar a la derecha El Picu (pequeña cresta rocosa) y el Collado de La Pandiecha, antes de llegar a la base de Peñas Negras.
Amplio collado de La Pandiecha. Al fondo Peñas Negras y Peña Mea.

La idea inicial consistía en rodear el crestón rocoso por la derecha para ascender a la peña por la ladera norte. Desde lejos vimos que estaba cubierta de nieve, pero pensamos que la nieve blanda no sería obstáculo para una fácil ascensión. Dos montañeros, que bajaban en ese momento, nos informaron de que la nieve estaba completamente helada, por lo que, siguiendo su consejo emprendimos la subida por donde ellos bajaron: una amplia, pedregosa muy empinada canal que baja entre dos crestones rocosos por la ladera oriental de la montaña.
En la base de Peñas Negras.

Vista hacia abajo de la canal de subida a Peñas Negras

Para acceder a ella desde la base nos dirigimos hacia una peña señalada con un punto amarillo. Superada, viramos en ascenso hacia la izquierda hasta rodear el primer crestón. Allí comienza la dura subida que permite ascender unos 200 metros hasta alcanzar el collado de la antecima. Rodeamos la peña cimera por la derecha pisando por la estrecha grieta que deja el hielo al lado de la peña y agarrándonos al brezo. Fue una maniobra delicada de unos 10 metros; un resbalón o un paso mal dado, nos despeñaría por el empinado tobogán helado.
Peña Mea desde Peñas Negras.

Así alcanzamos una corta canal para ascender otros tres metros de altura. Después rodeamos la siguiente roca por la izquierda, superamos un corto escalón y nos encumbramos en una de las tres pequeñas cimas de Peñas Negras. A la tercera, y algo más alta, se llega sin dificultad. Encontramos un montón de piedras como única señal de la cumbre: lástima que las impresionantes vistas de esta cima no la hagan acreedora de una mayor distinción (urge un buzón de montaña). La cercana Peña Mea, más alta y fácil de subir se lleva todo el mérito: vértice geodésico, buzón y caseta con paneles solares.
Canal para rodear el crestón de Peñas Negras.

Para llegar a Peña Mea se puede seguir el afilado crestón, con cortas trepadas y destrepes. Sin embargo, buscando la menor dificultad, emprendemos el descenso por la pedregosa ladera sur hacia el prado abandonado con cerca piedra situado más abajo. Llegando, vemos el vertical tajo de la peña por esta ladera. En el prado encontramos una senda que rodea el crestón rocoso, conduciéndonos hacia el evidente collado situado al noroeste. Hemos descendido 150 metros desde que dejamos Peñas Negras y ahora toca subir unos 80. La senda continúa en la misma dirección dejando a la izquierda los crestones rocosos que caen verticales hacia el oeste hasta alcanzar el cercano collado de Campa Mea donde se ubica la majada y fuente de El Gatu, a los pies de Peña Mea.
Majada del Gatu y Peña Mea.

Nos refrescamos con el hilillo de agua que mana de su pequeño caño y terminamos la subida a Peña Mea cuya cumbre alcanzamos superándola y retrocediendo unos pasos por su ladera norte. Las vistas impresionan y las he descrito en el libro “Recorriendo las montañas de Asturias” acompañándolas de fotografías panorámicas. Son bastantes las personas que se suelen congregar en esta espléndida cima: con sus 1557 metros de altura es la mejor atalaya de Laviana. Creo que debería ser uno de los primeros objetivos para los montañeros noveles. Ilustra muy bien sobre las características, posibilidades y paisajes de la montaña asturiana.
Collado Doñango. Por detrás Los Cuetos.


El descenso por la cara norte la hacemos por un sendero que, en algunos tramos, presenta bastante inclinación y, en las zonas más umbrías, se torna resbaladizo. Pasado un corto pedrero se nos ofrecen dos posibilidades: bajar para rodear las peñas de Los Palomos por la derecha, o subir unos metros hasta un pequeño collado con un hito bien visible y descender por la otra ladera hacia un prado por cuyo extremo más bajo continúa el sendero que permite rodear Los Palomos por la izquierda. Seguimos la primera opción para rodear la enorme peña, alcanzar después el exiguo collado de Los Palomos y continuar el descenso al otro lado. Más abajo los dos caminos confluyen, dirigiéndose, por la empinada ladera herbosa, hacia el amplio collado Doñango, adonde llega la pista que viene de Les Campes.
Por el camino del Valle los Tornos.


En el collado viramos en dirección noreste siguiendo las marcas del GR 109 “Asturias interior” en su etapa 10 entre Entralgo y Bello. El camino, que enseguida abandonamos siguiendo las marcas del GR, rodea el Práu Brá situado en la ladera oriental del collado Doñango. Al poco también abandonamos este sendero marcado, pues debemos dirigirnos, en dirección noreste, hacia la pista que discurre más abajo. Descendemos hasta la muria de un prado por donde pasa una senda que se adentra en un bosquete de avellanos, da dos revueltas y desemboca en la pista. La seguimos hacia la derecha en dirección sur (aparentemente en sentido opuesto a nuestro destino en Los Tornos) para dar un amplio rodeo. Cruzamos un arroyo, mientras giramos al este, y las dos puertas de una finca que atraviesa la pista (debe ser un paso de servidumbre). Otras revueltas hacia el noreste y norte nos encaminan por el Valle de Los Tornos. El camino ancho, y empedrado en origen, tiene ahora mucha piedra suelta, pasa entre las fincas cercadas con murias de piedra y finaliza en la pista del Raigosu muy cerca de la aldea Los Tornos. No queda más que retroceder por ella y finalizamos esta espectacular y larga ruta.

Lorenzo Sánchez Velázquez

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